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©Diego Rivera

 

Pedimos que nos quieran, que nos  atiendan, nos escuchen, nos cuiden, nos mimen…., sin antes haberlo experimentado con o hacia uno mismo/a.

No comprendo cómo esto sucede así. Cómo nadie me explicó de pequeña que, si algo me dolía, yo podía cuidarme y acariciarme la herida. Aprendí a ser dependiente y a esperar a que el otro viniera a curarme, ah!, y si nadie lo hacía, dejaba que la herida estuviera ahí, como si se fuera a curar sola, o simplemente dejaba que viviera en mí como algo ajeno a mi cuerpo, a mi alma. Herida no atendida, herida olvidada, herida abierta…

Así que ahora que soy adulta, que tomo la responsabilidad de mi vida y de cómo quiero vivirla, me pregunto…

¿Me he amado hoy?, ¿me he atendido?, ¿me he escuchado?, ¿me he cuidado?, ¿me he mimado?.

¿Para qué esperar a mañana?. Hoy es el día para aprender a abrazarse a uno mismo/a, rodearse con los brazos y respirar lo que haya, tristeza, dolor, alegría, sea lo que sea, acogerlo y respirarlo.

Amarse es el mejor regalo que uno se puede hacer,… hoy, …y mañana, …y siempre.

Es así como podemos encontrar bienestar, y a la vez, aprender a estar en soledad y a soltar. A dejar de depender del otro, de tantear y manipular, de buscar fuera.

El abrazo entre dos es algo mágico y bello. Y también lo es abrazarse a uno  mismo/a.

El abrazarse (“el autoabrazo”) es un acto de amor hacia uno mismo/a.

Un acto de amor y respeto que me ofrece un lugar interno al que, pase lo que pase, siempre podré acudir. Un lugar donde hay luz, perdón, amor. Donde poder calmar los llantos y el dolor. Donde encontrar consuelo. Donde llenarse de energía. Donde conectar con la fuerza interior.

“Autoabrazarme” en los momentos en los que uno se siente vulnerable puede ayudar y mucho.

Creo que donde hay dolor siempre hay amor. Porqué si nos dejamos sentir este dolor nos estamos dando la oportunidad de cuidarnos, de abrazarnos, y por tanto, de hallar amor.

A veces, el dolor, es intenso, el dolor duele, pero sé con certeza, que lo más sano es sentirlo, darle el espacio que merece. De otra manera, lo que hacemos es distraerlo. Pero éste no marchará, estará ahí dentro, escondiéndose hasta de uno mismo/a, y convirtiéndose en sufrimiento, en algo neurótico que puede dañar a la mente, al corazón, al cuerpo, al alma, como una herida sin curar.

¡Hay que abrirse al corazón!, al interior…

Propongo el abrazo a uno/a mismo/a, emocional y físicamente: Cerrar los ojos, abrir los brazos, rodearse por ellos, sentirse, respirar, fluir. Abrazarse.

Y preguntarse cada día: ¿Me he amado hoy?.

¿Qué piensas?