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a cor obert
Ilustración de Esther Sorribas

 

Miedos… Miedos brotan en mi mente en forma de pensamientos, ideas, creencias, juicios, exigencias, dudas… Cuántas palabras, cuánto ruido, cuánto que hacer, creer, anticipar, demostrar, esconder… Cuántos caminos se dibujan en mi cuerpo recorriéndolo desde la cabeza hasta los pies.

Miedo que se pone a sudar, enfriar, paralizar, temblar… Tiembla en las manos, en el latir del corazón y en el andar. Todo pesa, todo cuesta, todo se escapa. ¿Qué pensar, qué decir, qué hacer, qué escoger…?. «Mejor quédate parada, escóndete o vete corriendo», me dijo él centenares de veces.

¡Oh!, pero cuando el miedo pasa por el corazón, éste se abre como una flor para acoger, abrazar, cuidar, comprender, aceptar. Porque el corazón ama y sólo ama.

Y para que así sea, no hay que hacer nada, sólo respirar.

Respirar el miedo en cada latido, cada sensación, cada pensamiento, cada emoción, sea cual sea, venga de donde venga. No importa el tamaño, ni la forma, ni el color. Respirar el miedo, tomando el aire de la vida, y acompañarlo con toda la delicadeza hacia el corazón, el corazón que todo lo ama.

Y este es el camino. El camino correcto.

Es desde este lugar que puedo amar todo lo que soy.
Es desde este lugar que puedo amarte.

Sí, en este precioso lugar, el miedo es vivido amorosamente y aceptado como una parte del ser, deja de estar en un lugar externo lleno de peligros para aposentarse en un lugar interno donde es cuidado, respetado, mimado.
Y junto a él se asomarán la fragilidad, la tristeza, el dolor y la alegría de vivir. Se abrirá ante mí la Vida, con toda su belleza, belleza  de luces y sombras. Todo vale, todo tiene su lugar, todo está bien, porque todo forma parte del camino.

He sabido que, un día muy lejano, el miedo apareció porque lo necesité. Yo lo grité, yo lo reclamé y él vino a por mí. Fue el día que nació la herida, la herida profunda.

El frío miedo me ofreció una manera de vivir, una manera en la que quedarme congelada ante el dolor que se despertaba al tocar la herida, y… ante la vida misma. El frío miedo fue el escudo que creí necesitar para defenderme de aquello que podía herir. Y así, con este frío, viví durante tanto tiempo… Miedo al abandono, miedo a que me hieran, miedo a hacer, a ser, a sentir, a amar, a vivir… miedo al miedo.

Hoy siento agradecimiento hacia aquel miedo que un día vino a por mí. Él vino para ayudarme, no hay más. Lo honro. Percibo su calor.

Siento el miedo, lo respiro y lo acompaño en el camino que nos lleva al corazón, donde cabe absolutamente todo. Desde este lugar lo abrazo, lo acepto y me acepto. Abandono la lucha. Me rindo.

Soy la que soy, soy pensamiento, soy emoción, soy sensación, soy alma y soy miedo.
Abrazo todo lo que soy, abrazo todo lo que eres.

Bienvenido seas miedo,

Tienes que saber que deseo vivir y seguir el vuelo en libertad.
Sé que me acompañarás, unas veces más cerca, otras más lejos.
Mas, en la cercanía o en la lejanía amaré la vida y a quien suene en mi corazón.
Y esto te incluye a ti.
Y mi corazón siempre estará para acogerte.
Te veré cuando vengas hacia mí y volaremos juntos.
Ya no me quedaré quieta esperando que te marches.
Ya no huiré de ti. Ya no te tendré miedo.
Te conozco bien. Me conoces bien.
Juntos de la mano tú y yo,
hasta que te desdibujes entre las nubes, el viento y las olas del mar…
hasta que vuelvas de nuevo…
Contigo amaré.
Amaré contigo.

 

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