Charles Clyde Ebbets

El miedo se apoderó de mí en muchas ocasiones desde mi infancia, me paralizaba, me hacía sentir pequeña y me entregaba a su sufrimiento.

Un día alguien sabio me dijo, “cuando tengas miedo, transítalo”. Esto me abrió un nueva puerta.
Así es, al miedo no hay que temerle, sólo transitarlo.

Esto es aceptarlo, en la forma que sea, en el cuerpo, la mente o la emoción. El miedo puede ser temblor, sudor, vértigo, ansiedad… timidez, inseguridad, tristeza… bloqueo, duda, juicio, exigencia… Miedo a decidir, a equivocarme, al abandono, a la soledad, a una nueva compañía, a ser herida, a herir, al cambio, a no ser vista, a ser vista, al amor, a vivir, miedo al miedo, miedo a ser…

Aceptar el miedo es darse permiso para ser. Es caminar con él hacia donde sea y descubrir que no hay nada tan terrible al otro lado de la muralla, y que sólo hay lugares nuevos.

Aceptando el miedo como una parte mía, dejo de ser el niño o la niña asustada y el hombre o la mujer exigente. El miedo deja de ser un enemigo al que temer, algo contra lo que luchar, algo oscuro que se apodera de uno/a; y se transforma en algo nuevo que habla sobre ti, sobre lugares internos heridos a los que poder atender y abrazar, y te da la oportunidad de sentir una fuerza interior que siempre ha estado y estará ahí…

Y es así cómo yo sentí mi valentía.

Al final, tanto miedo y tanta fuerza…

La mujer que hoy soy abraza a mi niña herida. -No temas niña.-, le digo, -Vamos a estar así un rato. Tu temblor es el mío también. Dame la mano, vamos a transitar juntas este camino-. Después me inundó una calma y me dije -He sabido que soy miedosa, he sabido que soy valiente-.

 

El miedo nunca se quita. La cobardía, sí. La cobardía es miedo al miedo. El miedo es una brújula que indica el camino correcto.

Guillermo Borja.